Un día, a la muerte se le había encomendado entregar 50 almas al culminar las 24 horas, comenzó muy tranquila visitando uno que otro hospital, luego pasó por un par de asilos de ancianos y no podían faltar aquellas almas que recogió en la carretera por causa de la imprudencia y la velocidad.
Llegada la noche se dio cuenta de que aún le faltaban algunas almas para completar la cuota del día; así que, decidió entrar a un bar.
Se acercó al más borracho, este ya ni hablar podía pero logró con dificultad preguntarle: ¿Quién eres y qué quieres?
*Soy la muerte- respondió- y esta noche vengo por ti.
*¿Por mí? ¿pero cómo, por qué? solo mírame, no vale la pena ni mi cuerpo ni menos mi alma,
Me ves? Peludo, barbón, sucio, apestoso, ¿ cómo puede quererme a mí la muerte? ¡¡déjame tranquilo!!
*No puedo dejarte, es tu dia y debes venir conmigo.
**Al menos permite que me tome mi botella de Whisky en paz mientras completas los q te faltan
*Está bien, en unos minutos vuelvo por ti.
Mirando de reojo el borracho a la muerte, apenas esta salió de su vista, pidió al cantinero prestado el baño, allí se aseó muy bien, se rapó la cabeza, se afeitó la barba y pidió al cantinero un traje prestado.
Salió como nuevo, totalmente irreconocible.
La hora final llegaba, la muerte entró por él y no lo vio.
*¡¡No puede ser, me ha engañado y solo me queda un minuto- dijo la muerte. ¿Qué hago?
Observaba para todos lados y nadie se le parecía a aquel sucio borracho.
¡¡¡Oh no!!! 10 segundos, a alguien debo llevarme.
*Miró al calvo y dijo: bueno!!, aunque sea a este pelón me voy a llevar.
Moraleja:
Cuando toca, toca
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