DERECHOS DE AUTOR : ALEX MORALEX GÓMEZ
Antes de graduarme de la universidad en medicina debía llevar a cabo un año rural, normalmente son pequeños pueblos donde hay pocos recursos para la medicina, es así que uno debe tratar de defenderse con lo que allí se tenga, en mi caso no me tocó un pequeño pueblo, me correspondió un aldea, un caserío de poco más de cien casas, un lugar donde se creía más en la brujería que en la medicina, claro allí todos me miraban de mala manera, pareciera que en vez de prestarles un servicio les fuera a hacer un daño. Debí presentarme ante el hombre que hacía de alcalde, un hombre brusco de pocas palabras, me dijo simplemente, cumpla su año y no se meta con nadie, me enseñó una pequeña choza donde quedaría mi alojamiento y “ el hospital” a un lado de la misma, como se nos recomienda en la facultad también me presenté ante el sacerdote, este era un viejo asustadizo y huidizo, como si no quisiera hablarme, este también me dijo pocas palabras, no se meta con nada, deje todo tal y como está.
Así empecé mi servicio rural en el poblado la cumbre, así se llamaba aquel apartado lugar, esas primeras semanas nadie fue al mal llamado hospital,¿ nadie se enfermaba a allí o que? , de mala gana pasé por la choza que hacía de iglesia y le pregunté al viejo sacerdote de los enfermos de allí, me dijo que el médico no atendía, eso lo hacían los brujos, allí habían varios , me volví a mi choza sin decir más nada, aquel año sería bastante largo, a la tercera semana llegó una mujer embarazada suplicando que le salvara a su hijo, pues este iba a morir, le pregunté por qué afirmaba eso sin un examen previo, me confesó que ella había engañado a su esposo y este desconfiaba que ese hijo fuera de él, así que le había hecho un conjuro para que el bebé muriera en el vientre y por ende se la llevara a ella al infierno, debo confesar que no podía dar crédito a la locura que estaba oyendo así, que la acosté en la camilla, revisé bien su vientre auscultándola con detenimiento, con ese examen preliminar se podría decir que estaba en perfectas condiciones, pero era algo que se debía revisar más a fondo, me retire un poco para darle privacidad para vestirse, cuando me encontré con una ráfaga de viento que me golpeó la cara, no había pasado eso antes, pensé en un cambio de clima, la ráfaga entró al lugar donde estaba la mujer y esta dio un grito, corrí a ver que pasaba, la mujer se tomaba el vientre a dos manos y gritaba que él, estaba dentro de ella, se le veía sangrar copiosamente por su vagina, la hice acostar de nuevo, ya en la camilla dio un último suspiro y murió, tanto ella como el pequeño, no sabía que hacer con ese cuerpo, ni a donde acudir, cuando decidí ir donde el sacerdote a que me diera algún índicio, apareció un hombre, sin más me dijo, yo me llevo el cuerpo, ella era mi esposa, yo balbucee algo, solo podía pensar que era el brujo que la había matado, como si fuera un saco de grano se la echo al hombro, antes de marcharse, me dijo si aparece el padre de este, señaló el vientre de la mujer, no se preocupe que por ese no hay nada que hacer, ya está muerto.
Efectivamente esa noche apareció un hombre que tampoco conocía, sus ojos amarillos y su saliva espesa hacía pensar que lo habían envenenado, lo revisé con detenimiento, pero sabía que sin un laboratorio a la mano, si era veneno moriría, aun así decidí hacerle un lavado estomacal, para intentar ayudarlo, antes de hacerlo, sentí de nuevo ese viento frío, el hombre se puso morado y con sus ojos desorbitados, se llevó las manos al estómago y murió, no sólo murió, sufrió de unos dolores terribles antes de dar su último aliento. Espere toda la noche a ver quien iba por el, nadie apareció, así que a primera hora fui donde el sacerdote para ver a quien le podía entregar ese cadáver, me dijo que ese era un indeseado, en la iglesia no lo admitía, yo mismo debía enterrarlo atrás de la choza donde yo habitaba, quise reprochar, pero el sacerdote se perdió entre la iglesia, dándome a entender que la cosa era en serio. Me convertí en sepulturero clandestino, no sólo fue eso, allí habían más cadáveres, lo supe porque al cavar di con uno, buscando donde enterrar este, supe que habían más, muchos más.
Como podía dormir bien al saber que fuera habían más de un cadáver; cadáveres que no sabía en qué circunstancias habían llegado allí, no llevaba un mes en aquel misterioso lugar, pero ya quería marcharme, eso no era medicina, eso era una locura, una noche llegó un joven ardiendo en fiebre, de inmediato pensé en la malaria, una de las peores afectaciones de estos lugares tropicales, al llegar lo primero que me dice, es que va a que yo lo deje morir y lo entierre ahí detrás del hospital, no podía entender bien que era lo que quería, así que le pregunté, su deseo es que lo deje morir y lo entierre, sí, me lo dijo suplicante , quiero descansar, no quiero vivir más así, sus manos son mi única salvación, yo no entendí nada, yo salvaba vidas, no las quitaba, ni mucho menos era un sepulturero, quise darle algo al joven para bajarle la fiebre, pero en poco empezó a convulsionar y murió, quedó ahí en la camilla y yo sin saber que hacer, haría lo mismo del otro, al día siguiente iría donde el sacerdote, a lo mejor sería mi segundo trabajo de sepulturero, a eso de la media noche dormitaba al lado del cadáver, cuando esa ráfaga de viento cubrió todo de nuevo, me asuste y me puse de pie, allí vi de nuevo al esposo que se llevó el cadáver de la mujer, señaló al joven de la camilla, me dijo, ese se va con migo, aún no es su hora, pensé que se llevaría el cadáver, pero no fue así, el joven que yo estaba seguro que estaba muerto se puso de pie, sus ojos seguían muertos, pero se movía y caminaba tras aquel hombre, era un zombi, se que todo lo que narro suena a locura, pero es lo que viví, al día siguiente salí a caminar un poco y me encontré aquel joven, como dije antes se veía vivo pero diferente, lo saludé, también el me saludó, me pidió marcharme de allí sino quería perder mi alma, para los habitantes de la cumbre ya no había salvación, esa misma semana tomé un autobús a la ciudad, el único que iba una vez a la semana, me presente en la facultad de medicina y renuncie a ese cargo, perdí dos años más esperando que me asignaran otro lugar, a la cumbre enviaron dos médicos más, los mismos que desaparecieron en extrañas circunstancias, de uno de ellos se encontró el cadáver, del otro nunca se supo, de lo que me enteré con el tiempo es que ni siquiera el autobús volvió por allí, sus habitantes simplemente le prohibieron volver, ahora ese pequeño poblado es un lugar olvidado entre las montañas, un lugar donde pasan cosas extrañas.
MORALEX
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