Hay fechas más dañinas que otras para asustar a los hijos y eso de dejarles sin regalos en Navidad asusta mucho. En la mayoría de los hogares, los pequeños, con independencia de su comportamiento, hacen acopio de regalos en número excesivo que ni quieren ni necesitan y en otros a los “niños malos” se les obsequia con carbón. En el folklore alpino a los mocosos traviesos lo del carbón es una nimiedad pues su castigo es que se los lleva un demonio llamado Krampus, lo opuesto a Papá Noel, Santa Claus o los Reyes Magos.
Es un icono de la Navidad. La palabra proviene del antiguo alemán “krampen” que significa “garra”. Se le considera un sirviente de Santa Claus y es el encargado de castigar a los niños que no han sacado buenas notas o no han estado a la altura de los modales exigidos, llevándoselos a algún lugar horrible algunas leyendas hablan del Infierno dentro una cesta de mimbre. Ni más ni menos. Este demonio de denso pelaje vive bajo tierra y aparece en la tarde del 5 de diciembre, merodeando por las calles durante dos semanas haciendo sonar campanas y cadenas oxidadas. Su rostro es diabólico, acompañado de una larga y casi libidinosa lengua roja, con cuernos en la frente y mirada fulminante.
En Salzburgo (Austria), durante el día de san Nicolás, muchos adultos se disfrazan de esta criatura y comienzan un antiguo ritual conocido como la “Carrera del Krampus”, en el que los disfrazados con máscaras de madera y pieles de cabra portan antorchas y se abren paso por las calles asustando con cencerros y fustigando con ramas secas a mayores y niños. La Iglesia católica nunca lo vio con buenos ojos y llegó a prohibir durante años la terrorífica presencia de Krampus durante estas fiestas; de hecho entre 1934 y 1938 su mito fue prohibido por el gobierno austriaco, pues le veían como símbolo socialdemócrata que promovía valores anticristianos. Quién se lo iba a decir a él…
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